SUPERFICIES

 


En el contexto de la arquitectura contemporánea, conceptos como la superficie y la tolerancia adquieren una relevancia fundamental, no solo como elementos técnicos, sino como medios de expresión estética, cultural y funcional. La superficie, entendida como la capa exterior que envuelve y define los límites de un objeto o edificio, actúa como interfaz entre la obra y su entorno, configurando la primera percepción que se tiene de esta. A su vez, la tolerancia, en el ámbito constructivo, permite mediar entre la precisión del diseño y las inevitables variaciones del proceso de construcción, asegurando que las intenciones del arquitecto se mantengan fieles durante la ejecución material de la obra. Juntas, ambas nociones permiten comprender cómo las decisiones proyectuales afectan no solo el resultado final de una construcción, sino también su capacidad de comunicar, habitar y resonar en el paisaje cultural.

La superficie, como atributo físico y visual, delimita y transforma el carácter de la arquitectura. Aunque frecuentemente asociada a lo superficial o decorativo, esta cumple funciones mucho más complejas: protege, comunica, conecta y representa. En arquitectura, la superficie puede reforzar o disolver los límites entre interior y exterior, puede reflejar el contexto natural o urbano, o establecer un contraste deliberado con él. Más allá de su valor simbólico o estético, constituye una manifestación directa de la intención arquitectónica. En esculturas, cerámicas y edificaciones, las superficies transmiten volumen, textura y emoción, y en muchas ocasiones establecen un vínculo sensorial entre el objeto y el observador.

Esta capacidad expresiva puede apreciarse claramente al comparar dos obras arquitectónicas contemporáneas en el País Vasco: el Museo Guggenheim en Bilbao, diseñado por Frank Gehry, y el Palacio de Congresos Kursaal en San Sebastián, de Rafael Moneo. A pesar de compartir un sistema estructural basado en elementos metálicos, las superficies que recubren ambos edificios generan experiencias completamente distintas. El Guggenheim, con sus formas orgánicas recubiertas en titanio, evoca dinamismo, complejidad y misterio; su envolvente curvilínea actúa como una escultura monumental que dialoga con el entorno urbano. En contraste, el Kursaal, compuesto por volúmenes ortogonales revestidos en vidrio traslúcido, se presenta como una presencia luminosa y sobria que remite a las formaciones rocosas de la costa. Esta comparación evidencia cómo la superficie puede alterar radicalmente la percepción de una obra, incluso cuando los elementos estructurales son semejantes.

No obstante, la riqueza formal de una superficie no puede sostenerse sin una comprensión adecuada de los márgenes de tolerancia durante el proceso constructivo. Genevieve Baudoin, en su ensayo *A Matter of Tolerance*, explora cómo los arquitectos deben anticipar y permitir ciertas variaciones dimensionales en la obra construida para lograr la fidelidad conceptual del diseño. En proyectos como los de Gehry, donde la complejidad geométrica exige precisión extrema, la tolerancia no es solo una necesidad técnica, sino una herramienta proyectual. Así, el éxito de una obra arquitectónica no depende únicamente de la forma o el material, sino de la integración entre idea, método y ejecución. Comprender esta relación permite valorar la arquitectura no solo como resultado estético, sino como un proceso complejo en el que superficie y tolerancia articulan una experiencia significativa.



Referencias:


Participantes:

KEVIN Y. FUENTES MORALES
FABIOLA PÉREZ GUZMÁN
ANDREA GONZALEZ CABÁN

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